Ahora que podemos disfrutas de unas merecidas vacaciones, en cuanto a lo deportivo se refiere, me gustaría ir colgando en este blog historias y noticias por las que me hicieron llamarlo algomasquenatacion. Hoy os propongo que para los que no lo vieran en su día, que conozcan la historia de GERMAN ROIG FERRANDO, que salió publicada en el semanal del pasado día 26 de febrero de 2014. Los miembros del Club Natación Adaptada Murcia, sabemos mucho de historias, pues cada uno tenemos la nuestra, pero el motivo de poner esta es porque ya salió publicada y en honor al que será el próximo año ayudante de nuestra entrenadora Irene Sanguino. Germán ha demostrado y sigue haciéndolo día a día, a base de sacrificio y superación, que a pesar de todo lo ocurrido aun puede mejorar mucho personalmente y lo que es más importante ayudar a los demás. Con mucho esfuerzo ha conseguido obtener el título de monitor, por lo que éste año se entrena con nosotros, además de como deportista, como segundo entrenador. Mucha suerte GERMAN y gracias por todo lo que nos das. Con tu permiso, aquí dejo tu historia.
GERMÁN
ROIG, 34 años, Murcia:
"Mi encefalograma era una gran mancha blanca"
Tenía
22 años y trabajaba de camarero. Un día, me desmayé en la ducha. Fue un derrame
cerebral. Pasé 17 días en coma. Mi encefalograma era una gran mancha blanca. Lo
tenía crudo. Decían que lo más probable es que mi estado evolucionase a muerte
cerebral. Un compañero de habitación lleva 12 años en estado vegetativo».
Y
DESPERTÉ... «¡Había
allí una enfermera y pensé que era mi madre! Yo no sabía dónde estaba.
Despertar fue apoteósico. Pero entonces empezó lo duro. Muchas secuelas. Perdí
la memoria, el habla, la visión. No podía andar ni dar la vuelta en la cama.
Estuve un mes sin querer ver a mis amigos. Tampoco sabía cuántos hermanos
tenía. Ni leer. Se me paralizó la parte derecha del cuerpo. Pero lo importante
era sobrevivir. Mi madre solo quería llevarme a casa. Quitar los marcos de las
puertas, arreglar el baño... Ir recuperando mis facultades fue una cuestión de
terquedad. Mía y de mi familia. Mi padre se empeñaba en que fuera solo al aseo,
aunque tuviera que cogerme a las paredes y arrastrar una pierna. «Utiliza la
buena», me decía. Se pasaba las noches moviéndome las piernas para acelerar la
rehabilitación. Y mi madre me obligó a estudiar, a no quedarme viendo la tele.
Voy a natación, al gimnasio, al instituto... Estudio fotografía. Salgo a
caminar solo, aunque llueva, y ya no me pierdo, como me pasaba al principio. No
tengo perspectivas de trabajo. Quizá cuando se coloquen los cinco millones de
parados... Si pudiera recuperar el movimiento en la mano derecha, pondría un
bar».